Detrás de los efectos que la pandemia ha desatado en el mundo, poniendo contra la pared los sistemas de salud y la economía, hay también un llamado a la reflexión en torno al medio ambiente y a uno de los problemas que más viene afectando al planeta desde hace varios años: el cambio climático.
La cuarentena ha llevado a que la emisión de gases CO2 haya disminuido en la atmósfera, así como la contaminación ambiental, por el hecho de que las industrias han detenido su producción y porque la movilidad humana ha disminuido notoriamente, evitando uno de los mayores focos de contaminación como lo es viajar en avión, pero también en medios de transporte terrestres.
El coronavirus ha llevado a pensar en un nuevo mundo, en valorar lo que se tiene día a día y a mirar que tal vez el ritmo acelerado de la vida, entre buses, carros, aviones, y el consumo desmesurado, debe cambiar de alguna manera no solo por la humanidad sino por el escenario donde nace y se desarrolla la vida: el planeta. Ya se han hecho virales en redes las imágenes de animales paseando por ciudades desocupadas, de delfines y ballenas asomándose en las playas y costas donde hace apenas unas semanas no podían por la gran circulación de personas y, sobre todo, se ha visto que la calidad del aire ha mejorado en buena parte del planeta.
Coronavirus
Sin embargo, esto es apenas una señal, un indicio de que como venía el mundo en términos de cuidar el medio ambiente, no era el camino correcto. Más allá de un tema romántico de ver animales que permanecían escondidos o respirar aire más puro, está la evidencia de que hay que tomar medidas de fondo para no volver a lo de antes. Para no ir tan lejos, Bogotá y Medellín, justo antes de que comenzara la cuarentena, tuvieron que decretar el pico y placa diario y aun así, con las personas en confinamiento, pasaron varios días para que disminuyera la descontaminación.
El coronavirus está enviando un mensaje claro: la discusión no es solamente “la vida o la economía” como tanto se habla. También es el cuidado del planeta que habitamos. Ojalá, cuando todo pase, el cambio climático, por fin, ocupe la atención que se merece. No será fácil, porque si los mandatarios del mundo, las industrias y los propios habitantes no lo entienden, esas imágenes emotivas de coronavirus estos días de un mundo más amable para la fauna y flora volverá a ser reemplazado por las de siempre: nevados descongelándose, largas sequías generando muertes, inundaciones trayendo infecciones y calamidades mientras el agua se va yendo con nosotros. Sí, el 2020 es el año “en que el mundo cambió”. Ojalá sea para el bien de la humanidad y el planeta.