En Colombia, según el Dane, el 53% de las mujeres son madres cabeza de familia. Es decir que, más de 12 millones de mujeres en el país son responsables de sacar adelante a sus familias. Muchas mujeres deben partir de sus casas hacia otras veredas, hacia ciudades más grandes o lugares muy lejanos para conseguir el sustento de sus hijos, y en ese tránsito quienes quedan bajo la custodia de los niños son, en una gran mayoría, las abuelas. Este es el caso de Esperanza y Josué.
Esperanza es una mujer cabeza de familia, tiene dos hijos y tres nietos. A ella el conflicto armado del país la dejó viuda ya hace más de una década, y lo que ha hecho después de eso, es armarse de valor y construir, junto con otras personas, el sueño del cacao. Desde el 2007, que fue cuando llegó el segundo Laboratorio de Paz, Esperanza ha trabajado por Asocacao. Una asociación que cumple 16 años y en la que, desde el año 2016, funge como representante legal.
Actualmente, la asociación está compuesta por 160 familias productoras que ya cuentan con una planta de transformación del cacao. Estas familias trabajan arduamente por hacer del cacao un producto más rentable, que propicie las condiciones para la vida digna de quienes lo cultivan. Pero no solo eso. Las familias buscan que el cacao se consolide como el cultivo de la paz en un territorio que, a lo largo de la historia, ha sido catalogado, duramente, como un territorio de conflicto, y que aporte a la distinción de Policarpa como un municipio que honra la vida. Como dice Esperanza, «Policarpa tiene varios productos, es un municipio con tierras fértiles, tiene muchos pisos térmicos, buenos para lo que se dé, tiene limón, aguacate, tomate, plátano […] hay mucho producto. Policarpa no es como la gente lo pinta, es un territorio de paz y ameno, tiene unas partes turísticas muy bonitas».
Esperanza para construir paz en Policarpa
Ese municipio, así como lo describe Esperanza, es el que la Fundación Ayuda en Acción ha conocido con la implementación del proyecto Cacao Calidad Nariño. Y así como ella, son las mujeres con las que se ha construido este proyecto. Madres de familia que están convencidas que el cacao es el fruto de la transformación de su territorio.
«La visión nuestra, desde que iniciamos con el cultivo de cacao, fue la transformación. En un futuro viene el relevo generacional que son los jóvenes. Estamos incluyendo gente joven al proyecto, para que se empoderen de la planta y para que sepan que para formar una empresa hay que saber formarla desde la base», así lo expresa Esperanza, que concluye la conversación cerrando los ojos y manifestando que ella, a futuro, ve la planta de transformación como una gran empresa. La primera empresa de chocolate en el municipio de Policarpa.
Esa empresa que sueña, espera que en un tiempo tenga un lugar para su hija, que como ella dice, prácticamente creció en un cultivo de cacao, y para su nieto, «que es bien apegado y siempre me dice “¡Mami! ¡Vamos al cacao! ¡Vamos al cacao!”, le llama mucho a atención». Seguramente, también sueña eso para los hijos y las hijas de sus amigos y vecinas. Al menos eso es lo que está construyendo al estar al frente de esta asociación.
Ayuda en Acción se suma a esa visión de futuro, por eso la invitación se extiende desde la cordillera, desde la casa de Josué a todo el país, ¡vamos al cacao! ¡Vamos a seguir facilitando el camino de la paz de la mano de este fruto!

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