Fue una de las peores masacres de la historia del país, con alrededor de 66 muertos, después de la toma del pueblo durante varios días por parte de los paramilitares. Vino el desplazamiento y dos años después sus habitantes decidieron volver. Hoy El Salado no olvida el pasado y se aferra al futuro.
Tal vez si uno le contara a un joven de 20 años lo que ocurrió en El Salado justo por los días en que nacía, no lo creería. De hecho, cada vez que se revive el tema de la tragedia que padeció este pueblo en febrero de 2000 se vuelve más espeluznante: durante tres días un grupo de más de 200 paramilitares llegó para asesinar, a ritmo de gaitas y tambores, a todos los que pudieron. Se instalaron allí, sin afanes, a embriagarse, a pasar días y noches asesinando, violando mujeres, y como si fuera poco matando también burros y caballos.
Como si se tratara de un juego, escogían a sus muertos al azar, exigían a las mujeres que bailaran desnudas, convirtieron la cancha de microfútbol en un escenario de terror: cuando se fueron, algunos de los muertos que yacían ahí, eran mordisqueados por los marranos que caminaban entre la maleza y los cadáveres, como testigos de algo que nunca se olvidará. Los sobrevivientes decidieron irse, claro, huir de ahí a varias ciudades del Caribe y a varios rincones del país. Ser saladero parecía un pecado, el miedo parecía su propia sombra. Pero en 2002, volvieron a su pueblo, a sus casas, a donde la tierra los llamaba. Con machetes en mano cortaron la maleza que no los dejaba avanzar y que además había devorado las casas deshabitadas. Hicieron largas jornadas de aseo antes de instalarse de nuevo, con esa misma cancha de microfútbol ahí mirándolos como todavía los mira. Han pasado 20 años y nadie olvida nunca, pero han venido cosas buenas para El Salado no solo en infraestructura sino en el empoderamiento de una comunidad que se resiste a sucumbir de nuevo en el miedo de las amenazas permanentes.
El Salado se ha levantado y ha contado con el apoyo de muchas instituciones y fundaciones como Ayuda en Acción. En 2017, Ferrovial, Fundación Semana y Ayuda en Acción rehabilitaron y ampliaron el sistema de acueducto, el cual funciona a través de dos tanques de almacenamiento y 51 placas solares que bombean agua a dichos tanques, beneficiando a más de 1.200 personas. Pero el reto está también en sus veredas, en esas comunidades que, incluso para llegar al centro poblado de El Salado, deben sortear todo tipo de dificultades. Es ahí donde Ayuda en Acción, desde hace más de seis años trabaja para mejorar las condiciones de vida de las comunidades más vulnerables: brindando clases complementarias de TICS, fútbol con valores e iniciación musical a niños, niñas y jóvenes, desarrollando procesos formativos sobre prácticas agroecológicas a campesinos, formando juntas de agua que garanticen el buen uso y propiciando espacios de diálogo para prevenir la violencia hacia la mujer y fortaleciendo los emprendimientos productivos liderados por mujeres de las veredas. No ha sido fácil, pero queremos seguir aportando nuestro esfuerzo y empeño para que toda la comunidad, sobre todo los niños, niñas y jóvenes tengan cada vez más condiciones de vida digna. Ayúdanos a seguir sembrando esperanza en este territorio que ha vivido los horrores de la violencia, te invitamos a que conozcan más de nuestros proyectos en: https://ayudaenaccion.org.co/